Para que un cambio suceda parece que no basta siempre con quererlo.
Mi experiencia me dice que para que un cambio se dé por fin, tiene que haber toda una serie de factores alineados o puestos en sintonía.
No basta con quererlo, con tomar una decisión racional del tipo: “esto no me gusta en mi vida, lo voy a cambiar”. Sí es un primer paso, una primera toma de contacto. En realidad hace falta que todo el organismo se ponga de acuerdo para que el cambio sea real: que estén implicados mente, corazón, cuerpo y alma.
Hace falta paciencia y comprensión de que muchas veces esto es así. A veces la inmediatez con que nos gustaría zanjar un asunto o provocar un cambio para dejar de tener un conflicto interno y así cerrar una gestalt inconclusa no responde a la realidad.
Fritz Perls lo llama “la paradoja del cambio”: los cambios no vienen de hacernos planes de cambio sino que vienen solos. Así que en terapia lo que podemos hacer en el mejor de los casos no es buscar el cambio sino despejar el camino para que el cambio ocurra. En este sentido, los factores puestos en sintonía dependen de una especie de azar y no solamente de nuestra pequeña voluntad.
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